viernes, 31 de octubre de 2008

Reprimir es un crimen que suele convertirse en genocidio

María Teresa Jardí

El tema sigue siendo el mismo y lo será a lo largo de muchísimo tiempo. Y no van a lograr sacarlo de la agenda —como dicen los políticos—, aunque esta vez sea de la agenda ciudadana, ni siquiera sacrificando también a Vasconcelos y probablemente a Cabeza de Vaca y quizá llegando a Medina Mora, nombrado por el usurpador como titular de la impresentable PGR para cuidarle las espaldas a los Fox y hoy ya se sabe que también a los Mouriño. No van a lograr los medios a modos del fascista sistema que, el de la entrega de Pemex y además del territorio, deje de estar presente en el pueblo como cosa propia. Lo saben y por eso les asusta el movimiento ciudadano que encabeza AMLO. Al pueblo mexicano ya nadie lo para, sobre todo porque el hambre es el motor de motores. Protestar es un derecho del pueblo. Reprimir es un crimen que suele convertirse en genocidio. Y como la derecha fascista es asesina de corazón y más aún tratándose de defender sus bastardos intereses, lo que sigue es la represión, que ya se sabe que suele acabar en genocidio. Pero la que también, ya se sabe, acaba por poner a cada quien en su sitio. Ahí está la historia de Franco y de Pinochet y de Huerta y del resto de dictadores y usurpadores e impresentables que el mundo acumula en su haber.
Lo alarmante, lo inaudito, incluso diría yo, es que sea un funcionario de Ebrard el que haga las declaraciones que hizo el súper policía del gobierno de la ciudad capital de la república. El propio Ebrard tendría que preguntarse para quién trabaja ese señor, porque desde luego a él gravemente lo perjudica en sus intensiones de convertirse en el próximo, aunque sea usurpador, de la república. A final de cuentas legalizado el fraude y exhibido que los representantes populares son enemigos de la Patria, a ver quién es el ciudadano que vuelve a votar para que igual los Ugalde y el TRIFE le impongan al usurpador de mierda que mejor convenga a las transnacionales.
Los 400 pueblos son un movimiento extraño desde que César del Angel era (o es) su impresentable dirigente. Pero como señala el editorial de La Jornada de ayer, el que anteayer “… en el marco de la firma de un convenio entre el Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y Procuración de Justicia del Distrito Federal y la Confederación Patronal de la República Mexicana, el titular de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, Manuel Mondragón y Kalb —haya dicho— con relación a los integrantes del Movimiento de los 400 Pueblos que mantienen un plantón en el Monumento a la Madre desde mayo pasado, que si de él dependiera ‘los sacaba a patadas a hombres y mujeres’, e incluso haya añadido en tono irónico: ‘por cierto, muy bonita la visión (…) ellas están muy guapas, ellos están muy atractivos’…” , es efectivamente y en el mejor de los casos un “despropósito racista y demagógico”.
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