domingo, 12 de julio de 2009

¿Por qué gana el PRI?

PLAZA PÚBLICA

Miguel Ángel Granados Chapa
12 Jul. 09

La corrupción, el clientelismo, la despolitización, el contubernio con intereses privados que esquilman a los públicos son algunas de las características que prevalecen en las entidades en las que el PRI mantiene su dominio

Al festejar anteayer 55 años de edad, el góber precioso, Mario Marín, celebró no sólo su aniversario sino la victoria de su partido en las elecciones del domingo pasado, a la que contribuyó ganando 15 de los 16 distritos federales. El ostentoso banquete, al que asistió la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes, que es hoy la encarnación del triunfo priista, fue ofrecido al gobernador de Puebla por Julián Ventosa Tanús, un próspero y polémico constructor de inmuebles sobresalientes. A sus varias "plazas del sol" agregó después las tres elevadísimas torres, que en su nombre ostentan sus iniciales JV, de más de 100 metros de altura. Como antes lo fue Kamel Nacif, Ventosa Tanús es ejemplo del apoyo empresarial a los candidatos y gobernantes del PRI (que es compensado con buena voluntad a la hora de realizar trámites gubernamentales). Ésa es una de las razones de la recuperación tricolor del control de la Cámara de Diputados: su simbiosis con el mundo de los negocios.

En Toluca, o Metepec, pues el lindero es imperceptible, tuvo lugar ayer sábado otra celebración de índole al mismo tiempo familiar y política. Casóse Carolina Chuayffet Soto, hija del ex secretario de Gobernación y ex líder de la bancada tricolor en San Lázaro, que aspira a serlo de nuevo. Como suele acontecer en ese medio, la fiesta en torno de un sacramento se achica ante las dimensiones del convivio político, singularizado por la presencia, como testigos de la boda civil, del ex presidente Carlos Salinas y del gobernador Enrique Peña Nieto, quien parece resuelto a sentarse en la misma silla que aquél, que muy ostensiblemente lo apadrina (por si le faltaran patrocinadores al que contó con el impulso de Arturo Montiel y disfruta ahora el de Televisa). Se preveía la asistencia al jolgorio de la plana mayor priista, incluidos quienes ya desde ahora emplazan sus piezas para contender en todos los terrenos con Peña Nieto por la postulación presidencial del 2012: la futura diputada Beatriz Paredes y el senador Manlio Fabio Beltrones. He allí otro de los orígenes de la victoria priista: la unidad provisional tramada para durar al menos en el proceso que está por concluir, unidad cuyo rendimiento cobró notoriedad ante el fenómeno contrario padecido por el PAN y más hondamente por el PRD.

Tenemos ya anotadas en las líneas anteriores algunas de las causas que determinaron el apabullante triunfo priista. Añadimos otras, tan eficaces como las anteriores, pues un fenómeno como la revalidación priista obedece a una diversidad de factores, cada uno de los cuales, y su combinación, gesta el resultado. Una principalísima es que el PRI no perdió del todo su poder al caer de la Presidencia en 2000. Tan eminente es el Ejecutivo en nuestro régimen político que la derrota priista en aquel momento generó el espejismo de que el PRI no sólo había sido arrojado fuera de Los Pinos sino del sistema político en general. Quien, como consecuencia de aquella vicisitud (y de la aun más gravosa ocurrida seis años después, con el desplome de la votación tricolor), hubiera extendido el certificado de defunción del antaño partido oficial, pecó de pesimismo o de optimismo (según el mirador desde donde observara los hechos). El PRI siguió contando con una estructura poderosa. Aunque padeció épocas de escasez debido al pago de la magna multa de mil millones de pesos que le asestó el IFE por haber recibido la mitad de esa suma a través del sindicato petrolero, que la hubo de Pemex, no cayó en la inopia, pues contó siempre con los gobernadores de la mitad de las entidades del país, hábiles para eludir los incipientes y precarios mecanismos de rendición de cuentas y pródigos, por lo mismo, con los recursos públicos que su partido necesitaba.

Con esos recursos, las elecciones locales celebradas durante estos nueve años en media República arrojan un balance favorable al PRI, que en varios estados ejerce un poder incontrastable, como lo hizo en el ámbito nacional durante 70 años. Los estados de Campeche, Coahuila, Colima, Durango, Hidalgo, México, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tabasco, Tamaulipas, Veracruz han vivido una década más de predominio priista, atenuado a veces por esporádicas rebeliones civiles que atemperaron el modo priista de gobernar. Pero las características estructurales de su hegemonía han permanecido indemnes, intocadas. Allí se vive la política como en los años cincuenta, los sesenta y siguientes: la corrupción, el clientelismo, la despolitización, el contubernio con intereses privados que esquilman a los públicos, características del sistema de botín, del capitalismo de cuates, que prevaleció en el régimen autoritario priista, siguen presentes en esas entidades. En otras, el PRI fue desplazado, a veces por prolongados o breves periodos vigentes hoy: Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Chiapas, Distrito Federal, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Tlaxcala, Zacatecas. Otros estados han tenido gobiernos surgidos de la oposición pero recuperados por el PRI: Chihuahua, Nayarit, Nuevo León, Yucatán. Querétaro y San Luis Potosí ingresaron el 5 de julio a esta lista, pero Sonora salió de los que nunca fueron gobernados más que por el PRI.

Triunfó además el PRI por los errores y la división de los partidos con los que ha tenido que compartir el poder. Al cabo del gobierno de Vicente Fox, amplias porciones de la sociedad hubieran querido la vuelta del tricolor, al que parecían dispuestos a perdonar sus inocultables y abultadas fallas a fin de dejar de padecer la frivolidad corrupta de la pareja presidencial y la ineficacia de un gobierno que dilapidó los voluminosos recursos de que lo proveyó el alza del mercado petrolero mundial, sin aliviar siquiera un poco la inequidad social ni remediar la pobreza ofensiva que nos agobia. Pero un dividido PRI permitió que Roberto Madrazo fuera el candidato presidencial, y su figura y antecedentes disuadieron a los que añoraban un pasado mejor en la memoria de lo que fue en la realidad. El crecimiento de la presencia de Andrés Manuel López Obrador, por añadidura, alentó a quienes dentro y fuera del tricolor anhelaban la instauración de un gobierno que pusiera el acento en la justicia social. De rebote, no por sus méritos sino por contraste a esas alternativas, el PAN consiguió que triquiñuelas y trampas le permitieran mantenerse en Los Pinos.

Pero la diversidad de intereses y de visiones en ese partido se ahondó en los años recientes y se reflejó en la derrota panista en sus enclaves que ya parecían escriturados a favor del blanquiazul. En Jalisco, la recuperación por el PRI de los ayuntamientos de Guadalajara y sus alrededores resulta de esa división, como también ocurrió en Naucalpan y Tlalnepantla en el estado de México. En la porción oriente de esa entidad, las querellas y los enconos dentro del PRD eliminaron de tajo el poderío de ese partido en Nezahualcóyotl y Texcoco, donde ya era duradero, y en el municipio más poblado del país, Ecatepec, perdido por el PRI hace apenas tres años.

Las riñas internas del PAN y del PRD se combinaron en el estado de México con el derroche del gobernador Peña Nieto, que reprodujo la estrategia que en 2005 lo condujo al poder. Desplegó los encantos personales que la televisión ha contribuido a difundir y se convirtió en factor determinante de las campañas priistas no sólo en su estado sino en otros, como Nuevo León. Allí principalmente se evidenció otra causa de la victoria priista, de orígenes tan variados. Televisa y TV Azteca votaron por el PRI antes del 5 de julio. A Fernando Elizondo, candidato panista a suceder a Natividad González Parás -tan eficaz en contribuir al triunfo de su sucesor, designado por él en demostración del feudalismo que rige en esta hora del PRI-, la televisión lo hizo desaparecer de la escena. Puede decirse, sin hipérbole, que Rodrigo Medina es, como Peña Nieto, un gobernador construido por la televisión.

La supremacía electoral priista es anuncio de la que ejercerá en la Cámara de Diputados. Concluido oficialmente el cómputo distrital a las 9:40 de la mañana de ayer sábado se confirmó que el PRI ganó la elección en 138 distritos -¡incluido uno en el Distrito Federal!, lo que no ocurría desde 1994. Dominará la Cámara. ¿Y desde allí el país?


Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com

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