Rubén Martín /16 julio 2009
Los panistas han desatado la madre de todas las batallas internas luego de que Emilio González Márquez se hiciera el desentendido y dijera que él no fue responsable de la derrota del PAN en las elecciones del 5 de julio. Ahora que los panistas andan como perros sin dueño, como dijera Guadalupe Martínez de Hernández Loza, vale la pena recordar algunas de las razones que los llevaron a la derrota.- La mentada. La sonora mentada que el gobernador propinó a sus críticos motivó a miles de panistas a dejar de serlo, a otros electores a anular su voto y a muchos más a dejar de ir a las urnas. La mentada es una de las claves de la derrota del PAN.
- Las prebendas de una clase política que se ha acostumbrado a tener ingresos de aristócratas. Altos sueldos, viajes, bonos, vehículos, choferes, asistentes, lujosas oficinas, los celulares de moda, etcétera, son en cada caso bofetadas a una población que batalla día a día para completar su ingreso. Los agravios se fueron acumulando.
- La voracidad. Una buena parte de los políticos panistas pertenecen a una camada que no vivió en la oposición, que se acostumbró a vivir del presupuesto y a hacer un patrimonio rápido y sustancioso, a costa de lo que sea (puestos dobles, bonos, indemnizaciones injustificadas, negocios…).
- Doble moral. Electoralmente se venden como el partido cercano a la Iglesia católica y en la práctica son más que pecadores estándar, como los definía Carlos Castillo Peraza. Se persignan y van al table dance, están a favor de la vida pero son autoritarios y represores como Francisco Ramírez Acuña, son Yunques que promueven el reino de Dios en la tierra y acomodan a sus novias o amantes en puestos públicos, le besan el anillo al Juan Sandoval, y tienen hijos fuera del matrimonio. En fin, se manifiestan con todas sus contracciones morales, como somos todos en realidad, el problema es que muchos panistas se presentan como dictadores de la moral pública.
- El hueso. Ex furibundos críticos de los políticos priistas que saltaban de un hueso a otro, hoy se han convertido en excelentes chapulines.
- Síndrome de nuevos ricos. Les encanta ir a jugar a Las Vegas, pasear en San Antonio, casarse en Nueva Orleáns, comprarse ropa cara, portar relojes ostentosos, salir en la página de sociales, pasear en yates prestados y comprar casa en la costa.
- El estatus. Las prebendas económicas y el acceso al poder les han permitido codearse con los sectores privilegiados de la ciudad. Les gustó el caché del poder y los privilegios, asistir a las bodas de la élite, recibir regalos de amigos ricos, compartir el club y el colegio de los hijos con las familias de abolengo, en fin, tener estatus. Y el estatus se convirtió en la droga que ayudó a olvidar principios y doctrina para cambiarla por una práctica política en la que no importan los medios si se consigue el fin: mantenerse en el poder.
- El mito de que saben ganar elecciones. La frase se le atribuye a Herbert Taylor Arthur, y dicen que dijo que no importa cómo gobiernen los panistas, lo importante es que saben ganar elecciones. No ocurrió así.
- Lejanía del pueblo. En estos años en el poder los panistas se convirtieron en una nueva casta de privilegiados y se olvidaron de la gente. La campaña electoral confirmó eso. Veíamos fotos de Martínez Mora saludando muy sonriente en los tianguis. ¿Hace cuánto que no se paraba en uno? Los candidatos del PAN se decían preocupados por los problemas de la gente común. Fue demasiado tarde. No entendieron, no percibieron el hartazgo que se iba incubando contra ellos. Hacía tiempo que se habían alejado de la población.
Todos estos factores contingentes tienen cabida en un marco más amplio que tiene qué ver con dos procesos:
- Los límites de los gobiernos para resolver los problemas de la gente debido a la caída sistemática de recursos fiscales; el PAN no podía y no puede aspirar a un periodo prolongado en el poder porque no hay modelo económico mexicano que permita satisfacer las principales demandas de la población;
- Porque el PAN confirma que los partidos políticos no son estructuras para canalizar las demandas de la sociedad, sino estructuras de poder de la que se benefician sus mandos dirigentes; una estructura política que a su vez está al servicio de un sistema económico que busca la procuración del lucro y el beneficio a toda costa.
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