Lucrando con la violencia
Hoy en día, ya no solamente alquilamos el territorio a compañías extranjeras para extraer minerales, hacer negocios por el manejo de los hidrocarburos o la privatización del agua. No, el gobierno mexicano notablemente emprendedor, ahora ofrece nuestro territorio como campo de batalla para una guerra cuyo cerebro para la imposición de estrategias es un país extranjero, con armamento obviamente, extranjero, pero, finalmente, una guerra en que han de sufrir bajas por igual, militares, criminales y ciudadanos de a pie, pero mexicanos. La carne de cañón también está en renta. De esto se trata la Iniciativa Mérida que acaba de sacar a relucir el colmillo armamentista en Michoacán.Sólo hacía falta crear las condiciones. ¿Cómo se fabrica una guerra en un país con relaciones diplomáticas, relativamente buenas con el resto del mundo, que no se involucra en conflictos bélicos y que inclusive, ha servido como asilo para la gente que sufre los horrores de las dictaduras militares y las guerras? Pues fabricando una guerra interna, aunque sea. ¿Y contra quién? Pues contra el enemigo público número uno; el narcotráfico.
“Hay una gran sensibilidad de su parte (del gobierno mexicano) para que la Iniciativa Mérida no luzca como Irak, Afganistán o Colombia”. Funcionario de la embajada de Estados Unidos (Reuters, La Jornada, 18/07/09).
El narcotráfico existe, pero no surgió tremendo problemón de la nada. No sólo sobrevive, sino que crece por una razón muy poderosa; hay a quien le conviene que persista. Desde las autoridades corruptas que obtienen una tajada por hacerse de la vista gorda hasta aquellos que proveen armas, herramientas esenciales para el crimen organizado, pasando por todos aquellos que comercializan el producto.
Sin embargo, este entramado de corrupción ya es tan fino, que hay comunidades en las que el narcotráfico genera empleos, erige obras públicas y hasta manda a construir iglesias. De esta manera, resulta que muchos ciudadanos que hacen trabajos legales y honrados trabajan directa o indirectamente, consciente o inconscientemente, para una parte de alguna organización delictiva.
Bueno, pues entonces el enemigo número uno, en el fondo, es la corrupción y la pobreza. Y curiosamente, la manera en que Felipe pretende combatir al narcotráfico es poniendo a jugar al máximo a todas estas piezas: la policía corrupta, la milicia que goza de impunidad por tener sus propias reglas y la intervención extranjera, un coctel muy explosivo.
Por el otro lado, prevalece la situación de desigualdad, el desempleo, el desmantelamiento de la educación pública, la venta de recursos y un largo etcétera, todos estos, mecanismos que agravan la pobreza. Bonita guerra.
Varias ONG han pedido al presidente Obama retener los fondos del plan Mérida aduciendo la violación a los derechos humanos por parte de los militares, mientras en México, las autoridades castrenses piden que las fuerzas policiacas civiles se hagan a un lado porque, básicamente, estorban.
La guerra contra el narcotráfico, desde el gobierno federal, está siendo vitoreada como una clave para la gobernabilidad y el orden, mientras, en los hechos, está siendo utilizada como una vulgar arma política azul para emprender linchamientos contra gobiernos estatales “de oposición”, restándoles autoridad para ejercer su gobierno.
Éstas, y muchas contradicciones se encuentran cuando la guerra se vuelve el eje principal del gobierno de un país que la impone fingiendo que ésta tendría como único motivo la protección de la ciudadanía contra la violencia. No se atacan las causas, pocas veces están claros los objetivos y sencillamente se va viendo cada vez más pequeño el ocupante de la silla presidencial entre el caos que sigue y seguirá desatando en el país, un gobierno sin otro proyecto más que el de la administración de la pobreza generalizada.
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