miércoles, 25 de marzo de 2009

Una despedida para Guadalajara

Carta de Karla Lindström

Una despedida para Guadalajara:
Llegué al mundo en esta maravillosa ciudad un día 18 de agosto de 1960.
Mi padre un ingeniero civil sueco, que vino de vacaciones a México, conoció a mi madre (tapatía) y se enamoró de ella. En un año de conocerse se casaron.
Mi padre quiso quedarse en México, así que nosotros nacimos aquí, mis dos hermanos y yo.
En los años 70, para ser precisa en 1975 le ofrecen a mi padre un trabajo magnífico en Estocolmo y decide regresar, nos vamos con él toda la familia.
Fue un cambio duro para mí, pues dejé amigos, amigas, la que había sido mi casa por años, mi tierra, mi México del alma.
Mi hermano mayor, ya tenía entonces 18 años, para él fue una gran oportunidad, pues comenzaba la universidad, para mi hermano más pequeño, fue descubrir un mundo nuevo, pues él tenía entonces 10 años.
Pasaron los años, estudié en Suecia lo que me faltaba de la preparatoria y decidí estudiar la carrera de administración de empresas al terminar la preparatoria.
Siempre, durante todos esos años anhelaba el momento de regresar a mi patria, quería venir a Guadalajara, vivir aquí.
No es que me disgustara vivir en Suecia, ¡para nada! el nivel de vida es excelente, la educación, los servicios médicos, el transporte, no hay corrupción de funcionarios, y un largo etc.
En 1998 logré hacer realidad mi sueño.
Busqué empleo en México, y lo encontré, estaba feliz, por fin volvería a Guadalajara!!!
Pero ahora, después de 10 años de vivir aquí, en mi tierra querida, he decidido volver a Suecia, donde quizá nunca debí haber salido.
Mi vida se volvió “un martirio” durante estos años de laborar en una empresa grande, donde se exporta e importa a gran nivel.
Los compañeros y compañeras de trabajo tuvieron la “encomienda” de hacerme la vida imposible.
La hora de entrada de los trabajadores es a las 9.00 a.m. y de los ejecutivos a las 10.00 y los puestos de más importancia a nivel dirección no se tenía hora de llegada, podíamos disponer del tiempo ya que todo dependía de la agenda de trabajo que cada uno teníamos en la semana.
Para supervisar mi área de trabajo, y ver que todo estuviera en orden y marchara sin problemas y contratiempos, decidí estar 15 minutos antes de las 9.00 a.m. y de ahí salir a cumplir mi agenda de trabajo, lo hice con el fin de conocer más a mi personal y saber si tenían ellos alguna idea, una sugerencia para hacer más eficiente el trabajo, ó si tenían algún problema que pudiera yo ayudarles a resolver, en fin, quise hacer lo mismo que hacemos en Suecia, lo mismo que están acostumbrados a hacer los jefes con sus empleados, es todo un equipo de trabajo, así funcionamos.
Yo, ilusa de mí, quise aplicar lo mismo, quise hacer lo mismo trabajar en equipo.
Cometí el grave pecado de llegar antes que ellos. (Esto lo vieron como si estuviera vigilándolos ó checando su hora de llegada).
Me vieron como una persona que perjudicaba sus intereses laborales, pues fueron y se quejaron con su sindicato que yo les hostigaba, que al llegar yo temprano, empezarían los demás directores a hacerlo y no era justo, pues empezarían a exigirles la puntualidad, ¿Entonces en donde quedaban los 15 minutos de tolerancia en el checador? que ellos habían acordado con la empresa y su sindicato.
El representante sindical habló conmigo, diciéndome que no podía aplicar esos criterios aquí en México, que no estaban preparados para ese cambio de mentalidad.
No quise dar problemas a la empresa, escuché al representante sindical con toda cortesía N atención, y le dije que lo pensaría.
Hablé con los demás directores y por desgracia me hicieron “ver” las funciones del gremio sindical de México, lo fuerte, nefasto y poderoso que puede ser un grupo de gente, hasta terminar con una empresa y lo peor? recibiendo el apoyo de los demás sindicatos en México.
Me quedé muy desilusionada, no esperaba esto, pero traté de llevar a mis empleados por el camino del trabajo eficiente y responsable, ¿qué gané con esto? que unos días encontrara mi coche con las llantas sin aire, otro con la pintura rayada, ah! y unas leyendas bastante simpáticas escritas con pintura roja en los vidrios de mi coche.
Traté de vivir con esto todos los días, amo mi ciudad, mi país, hacía oídos sordos a lo que me decía mi padre, mis hermanos, Alexander, el mayor me decía que no se explicaba por qué aguantaba todo eso, que regresara, que México solo era para “vacaciones” no para trabajar, las trabas eran demasiadas, eran muchos los problemas a lidiar con los sindicatos y más con sus líderes.
Soporté y mucho, pero hace dos semanas tomé la decisión de regresar a Estocolmo.
Con tristeza reconocí, que mi patria está llena de gente nefasta, de gente holgazana y carente de ambiciones, que la gente trabajadora, cumplida, eficiente, se ahoga en el mar del sindicato ó este los ahoga, para que no se noten, para que nadie los vea.
Dicen que son tristes las despedidas, es cierto, lo son, por desgracia hoy me toca partir, nuevamente dejo amigos, amigas, parientes.
Mentiría si les digo que me voy satisfecha de mi trabajo aquí, me voy un poco frustrada, triste por no haber logrado un “cambio” positivo en la empresa donde estuve trabajando.
Me va a dar rabia reconocer ante mi padre que tenía razón que el México de los años 50 no es el México del siglo XXI, que nuestro México, tan querido, ha retrocedido en lugar de adelantar, que aquellas personas deseosas de aprender, de servir, de cooperar, se transformaron, las hizo cambiar ese monstruo llamado sindicalismo.


Decidí dejar patente en este escrito, mi corta historia de trabajo aquí, en esta bella ciudad, y dejar escrita mi historia de trabajo, para que, si no es tarde, muchos se decidan a abrir los ojos y ver el daño que está haciendo a México eso mal llamado sindicato, que solo ven los intereses de los líderes, no de los trabajadores.

Reciban un especial saludo
Gracias a todos ustedes, por leer mi escrito.

No hay comentarios: