jenaro villamil
MÉXICO, DF, 19 de agosto (apro).- La sociedad mexicana vive con miedo. La percepción de vulnerabilidad frente a la doble violencia del crimen organizado y de las fuerzas que pretenden combatirlo (Ejército y policías) crece en la medida que los principales afectados no son los criminales, los secuestradores o los cerebros del narcotráfico, sino los propios ciudadanos.
El auge del pánico moral no es para menos. Desde hace una década y, en particular, desde hace dos años entramos a una guerra que se convierte en una pesadilla sin solución ni estrategia claras.
Con el gobierno de Felipe Calderón nadie sabe si fue peor el remedio que la enfermedad: la militarización del combate al narcotráfico no ha disminuido su capacidad delictiva. Por el contrario. La ha expandido y potenciado. La vulnerabilidad se ha socializado.
El caso del joven Fernando Martí y la ejecución reciente de 14 personas en el poblado de Creel, Chihuahua, constituyen las dos caras de este proceso.
El secuestro y asesinato de Martí han cimbrado porque condensan elementos simbólicos muy poderosos entre los privilegiados. Nunca como ahora un sector desahogado económicamente se siente tan vulnerable.
Antes los levantones, las ejecuciones sumarias y los miles de desaparecidos anónimos en las entidades de la frontera no habían logrado conmover a los medios masivos como este caso.
Por eso el coraje de un sector amplio del empresariado con el gobierno.
De nada sirven los ostentosos equipos de guaruras, los miles de dólares destinados en seguridad personal o en pagar intermediarios y seguros de vida. Hoy todos se sienten y se saben vulnerables frente al secuestro y el fuego cruzado entre narcos, policías y militares.
El caso del poblado de Creel es dramático y brutal.
Catorce personas fueron ejecutadas a mansalva. El lector Mauricio del Villar, habitante de esta zona, envió un correo electrónico que merece ser reproducido en su parte sustancial:
“Tengo coraje y dolor por lo ocurrido al igual que todo el pueblo. Sin duda alguna es un hecho que quedará en la historia de este lugar y marcará la vida de casi todos los habitantes de Creel. No te puedo decir las razones y los motivos de los asesinos. Lo que sí te puedo decir es que murieron muchas personas que me consta no tienen nada que ver con el narcotráfico. Tengo ganas de gritar y decir algo al respecto…
“Llevo tres años viviendo en Creel y me duele mucho que esto suceda. Sólo busco que por medio de tus palabras y tu voz se pueda escuchar el dolor de todo un pueblo que estará marcado por el resto de su historia”.
No hay nada más que agregar en estas palabras. El lunes voceros del Ejército vincularon a presuntos efectivos de la Agencia Federal de Investigaciones (AFI) con la matanza. Aseguraron un arsenal con chalecos, armas cortas y otras de uso exclusivo del Ejército.
Frente a estos dos casos de brutalidad, lo que observamos son dos formas diferentes de enfrentar el miedo y la indignación surgidos ante la crisis de inseguridad y de gobernabilidad:
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