México, Distrito Federal
Domingo 29 de junio de 2008
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* Discurso del coordinador del Frente Amplio Progresista, Porfirio Muñoz Ledo, en la Asamblea Informativa del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo, en el Zócalo de la Ciudad de México
Compañero Andrés Manuel López Obrador, Presidente Legítimo de México, aunque no le plazca al IFE, así lo reafirmamos en el corazón político del país.
Compañeros dirigentes del Frente Amplio Progresista.
Amigas y amigos.
Estamos iniciando una nueva época en la historia del país. El poder está volviendo a su verdadero titular: el pueblo mexicano.
Nuestra transición democrática se está reanimando con la presencia de ustedes en las plazas; con los debates en congresos, universidades y organizaciones sociales de toda la República; con la discusión sobre los problemas nacionales en las calles, en los transportes y en los domicilios.
Muy pronto con la consulta popular sobre la energía, en la que el pueblo dará su veredicto definitivo. Más tarde con la aprobación del referendo, el plebiscito, la iniciativa popular, el control social del gobierno y la revocación de mandato, como recursos supremos de la ciudadanía para hacer valer sus derechos.
La voz pública ha salido de los palacios y ha vuelto a encarnar en la sociedad.
Desde que comenzamos este movimiento, hace poco más de veinte años, dijimos que nuestro objetivo último era la construcción del Poder Ciudadano, y lo estamos logrando, a pesar de los reveses, a pesar de las traiciones, a pesar del poder concentrado del dinero, la televisión y los intereses foráneos, a pesar de la corrupción y a pesar de la mentira.
El petróleo ha vuelto a ser el pivote de la transformación nacional. Durante muchos años lo fue de la industrialización y del crecimiento económico, hasta que comenzaron a dilapidarlo y a venderlo desproporcionadamente al extranjero. Ahora nos ha devuelto la conciencia de la soberanía popular como único basamento de las instituciones políticas.
Por eso estamos de fiesta y por eso también debemos aprestarnos a jornadas difíciles.
Hemos ganado varias batallas, pero no hemos ganado todavía la guerra; la guerra democrática, pacífica, civilizada y popular que podría cambiar nuestro destino.
Nos empeñamos en abrir la discusión a la opinión pública y lo logramos; ganamos y seguiremos ganando abrumadoramente el debate, a tal punto que el gobierno ha terminado enviando a sus empleados pare defenderlo. Hemos hecho hasta ahora que se aplacen las iniciativas de Calderón, que no son sino rendijas para que se cuelen los roedores del patrimonio nacional.
Hemos colocado al PRI frente a su responsabilidad y de cara a sus propios estatutos. Ya no tienen espacio para el subterfugio y la componenda quedaría al desnudo. O violan los principios que proclaman o rechazan de plano el proyecto del gobierno.
Pero, ¿qué pasaría si los cañonazos de 20 mil pesos (de los que hablara el general Obregón y que ahora serían de dólares o petrodólares) truenan en los recintos de las Cámaras? ¿Qué sería si, vencidos a la corrupción, senadores y diputados votaran en contra de la Constitución política del país? ¿Qué haríamos si la Suprema Corte, tan acostumbrada a rendirse frente a las posiciones del PAN, avalara tal rompimiento?
¡No lo permitiríamos!
Ahora se entiende por qué hay algunas instituciones que deberían irse al diablo, o cuando menos sus titulares que emplean indebidamente el poder que se les ha confiado.
Llegará más temprano que tarde el momento de las grandes decisiones.
No basta rechazar el proyecto de Calderón. El país necesita una reforma energética integral: la reorganización y reintegración de la industria, el combate a la venalidad, el impulso a la exploración, la reposición de las reservas, la construcción de refinerías y ductos, el desarrollo de la petroquímica y la investigación científica y tecnológica.
Necesitamos prepararnos para la era que viene: la del post petróleo, cuando ya se hayan agotado para siempre los hidrocarburos y habremos de mover al país con fuentes de energía que provengan del sol, del aire de los mares y del ingenio de los mexicanos.
Requerimos también un nuevo sistema de financiamiento, una reforma fiscal en profundidad que nos permita echar a andar un nuevo modelo de desarrollo. El gobierno carece de la legitimidad de la autoridad y de la autonomía para hacerlo. Nosotros encarnamos el proyecto alternativo de Nación.
Aprovechemos las valiosas aportaciones de científicos y especialistas, así como los frutos de la sabiduría popular. Construyamos un Programa Nacional de Energía que sea el eje de un gran proyecto de transformación del país; el anuncio de una Nueva República.
Ponerlo en marcha exige recuperar el poder para el pueblo. ¿Cuándo y cómo lo haremos? Ustedes tienen la palabra. A nosotros sólo corresponde acatar y seguir su mandato.
EL FUTURO ESTA YA EN LA ENTRAÑA DEL TIEMPO Y EN EL CORAZÓN DE LA GENTE.
Muchas Gracias.
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