domingo, 20 de julio de 2008

Adoptar una generación

Porfirio Muñoz Ledo
Bitácora Republicana
20 de julio de 2008
Adoptar una generación



El perfil social de nuestros jóvenes es dramático: sólo 53% está en el sistema educativo, mientras 19% no estudia ni trabaja

Julieta Campos escribió un libro memorable: ¿Qué hacer con los pobres?. Un reclamo profundo sobre la incapacidad del Estado para atenuar los abismos de la desigualdad, estigma mayor de la historia mexicana. Cabría hoy preguntarse: ¿qué hacer con los jóvenes?, en quienes se resumen nuestras vulnerabilidades y se condena nuestro porvenir.

Plantear el problema como un conflicto de generaciones sería un atajo tan torpe como el del doctor Huntington en su “choque de civilizaciones”. Los males de esta globalización se expresan en sus extremos: el terrorismo, las marejadas migratorias, el imperio del crimen organizado, el tráfico y abuso de las personas o el desamparo de la juventud.

El drama del New’s Divine sacó a luz sórdidas realidades sabidas e ignoradas. El chupe y la mota a bajo precio en una versión punible de la economía de mercado. Pero, sobre todo, la carencia de políticas públicas alternativas capaces de absorber un enorme potencial dilapidado y la estúpida criminalización del adolescente.

La virtud del informe presentado por el ombudsman de la ciudad no es su precisión en el análisis de los hechos, sino la denuncia de la ceguera de la autoridad respecto de los “problemas estructurales que generan la violencia e inseguridad”. En la esfera represiva y jurisdiccional esboza reformas de Estado que comienzan por la autonomía del Ministerio Público y un régimen ciudadanizado de sanciones a los funcionarios.

Recuerda la gran asignatura pendiente de la reforma de la justicia en los órdenes estatal y federal, y la tara congénita de nuestras instituciones: la impunidad. Sugiere la derechización de los poderes públicos que ha conducido a la indiferencia y el acoso de los jóvenes en diversas ciudades, acompañado de manipulación mediática, apología de la fuerza y complicidades con los beneficiarios de la expansión de la cultura consumista.

Estima aberrante que se exija a los ciudadanos “ceder derechos a cambio de seguridad”, lo que se ha traducido en que “ni la seguridad ni los derechos se encuentren garantizados”. Afirma además que “la actual política de seguridad pública asocia a la juventud con la violencia”, porque supone que “su actuación se explica a partir de motivaciones individuales, sin considerar el entorno económico, político, social y cultural que es parte intrínseca de sus relaciones”.

El perfil social de nuestros jóvenes de 15 a 20 años es dramático: 53% está incorporado al sistema educativo —en contraste con 82% de los países de la OCDE—, 19% no estudia ni trabaja y la mayoría lo hace en condiciones precarias. Poco más de la tercera parte sólo tiene estudios de primaria y hay cerca de un millón de jóvenes analfabetas. Por razones matemáticas, más de la mitad se encuentra en las zonas de la pobreza y la pobreza extrema.

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