Cada uno de las miles víctimas de la violencia mexicana, cada ejecutado, cada degollado, cada masacrado, enfrentó un arma. Una pistola, un revólver o un cuerno de chivo.
¿De dónde salieron? En México, para efectos prácticos, no se venden armas al público. Tenerlas legalmente es un lío.
La abrumadora mayoría de esas armas vienen de Estados Unidos.
Existen dos factores que contribuyen de manera decisiva a que sea casi imposible parar ese flujo de armas que matan a nuestros policías y soldados.
Primero: ¿ha pasado usted alguna vez en automóvil la frontera de norte a sur? Bueno, si lo ha hecho, sáltese los próximos dos párrafos, ya se respondió. A ninguna autoridad mexicana le importa un comino qué trae usted en el automóvil o la camioneta. Y eso, en los puntos oficiales de paso. Allá en el desierto o las montañas nadie ni se preocupa.
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