viernes, 6 de junio de 2008

Obama


Carmen Aristegui F.
6 Jun. 08

A Lorenzo Meyer.

Los ciudadanos del mundo no tenemos derecho a votar -aunque casi deberíamos- pero sí a opinar sobre los procesos electorales del país más poderoso de la tierra.

La virtual candidatura por la Presidencia de Estados Unidos de Barack Obama por el Partido Demócrata ha desatado una ola de entusiasmo de la que es difícil sustraerse.

Las primarias más atípicas, largas, intensas, caras y fascinantes de las que tengamos memoria. El duelo de simbolismos entre la primera mujer y el primer hombre negro (o mulato como aclara Alfredo Jalife, por ser hijo de padre negro y madre blanca) con posibilidades reales de llegar a la Casa Blanca ha inyectado una potente carga de entusiasmo por un proceso electoral en el que parece ir de por medio mucho más que el relevo gubernamental. No todo puede reducirse a un asunto entre raza y género, pero es evidente que el empuje mayor de esta contienda radica en esta encarnación de Hillary Clinton y Barack Obama de las grandes luchas históricas por los derechos civiles y las reivindicaciones feministas. Una imagen luminosa frente a la carga ancestral de racismos y exclusiones tan vieja como la historia.

Obama ha triunfado sobre Clinton. Tiene ya la mayoría de los delegados que necesita para la nominación oficial y, si no hay cambios de último momento, mañana sábado Hillary hará el anuncio del fin de su campaña. Lo que queda ahora es la aritmética y los cálculos de uno y otra para medir lo que tienen y resolver si él y ella van juntos en un insólito "ticket" presidencial.

Obama buscará la Presidencia portando su figura carismática en la que se mezclan evocaciones inevitables a Abraham Lincoln, John F. Kennedy y Martin Luther King.

La contienda Clinton-Obama ha movilizado, como nunca, a millones de votantes en más de medio centenar de comicios para elegir delegados, con un par de decenas de debates televisivos y la irrupción del internet como una poderosa e irreversible arma electoral. En los hechos, se dibujan ya los perfiles de una nueva democracia participativa de dimensiones desconocidas. Chats con el Presidente promete Obama, leyes sometidas a consultas ciudadanas -en la inmediatez de la red- antes de ser promulgadas y escrutinios masivos de los asuntos públicos. Montado ya en ese potro, el de un nuevo tipo de ciudadanía, Obama se enfila a la Casa Blanca sembrando la idea de que ya nada volverá a ser igual.

A Barack Obama lo acompaña una biografía construida fuera de los circuitos tradicionales de Washington. Sus apellidos lo delatan. Nacido en Honolulu, con crianza en Indonesia y Estados Unidos. Hijo de un keniano y de una norteamericana de Wichita, se convirtió en senador por Illinois como punto de arranque de esta candidatura inesperada.

El discurso de Barack Obama planta como eje central el mensaje del cambio, que no parece muy original y que está presente en cualquier discurso de campaña pero, que de resultar creíble para un electorado que quiere cambiar de piel, se convierte en eje y promesa principal: cambio para sustituir milicia por diplomacia, cambio para una economía que no sólo premie a los ricos, cambio para que la salud sea para todos, para un futuro con energía limpia y cambio para acabar con la adicción al petróleo de los dictadores. La idea del cambio incluye superar divisiones. Obama mucho se ha cuidado de incorporar o dejar que le incorporen consignas divisivas o revanchistas por el tema racial. Dos incidentes, por lo menos, lo han obligado a deslindarse de figuras pastorales de la comunidad negra, uno de ellos su propio pastor en algún momento de su vida, cuyas palabras retumbaron como recordatorios de la discriminación. Obama no quiere avalar, ni siquiera desde el silencio, una sola frase que alimente la idea de que habrá un revanchismo racial si llega a la Presidencia. Sabe que ese temor puede cruzar al electorado de los blancos. En los extremos registrará lo que algunos piensan y otros dicen entre dientes: "Barack Obama no llegará a la Presidencia de Estados Unidos. El establishment y la supremacía del poder blanco primero le dan un tiro antes de que pise la Casa Blanca". Especulaciones extremas, por supuesto, pero que en esa calidad no es infrecuente que aparezcan, de tanto en tanto, en las conversaciones informales. No división, repite una y mil veces. No división entre republicanos y demócratas; entre negros y blancos. Todos somos estadounidenses, insiste el virtual candidato. No es de extrañar su insistencia. Mejor él que nadie sabe de las fibras que tocan sus aspiraciones.

Frente a Obama se encuentra John McCain, el mejor de los republicanos. McCain tendrá que sortear el más grande fracaso político, moral y militar de una ocupación insensata. La invasión a Iraq se tradujo en catástrofe humanitaria. Abu Ghraib exhibió a Estados Unidos con el mundo entero y remató cualquier indicio de liderazgo moral. Con una economía en fase crítica, George Bush le deja a McCain la peor herencia posible en la búsqueda de electores: la estupidez supina de un gobierno en bancarrota.

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