Manuel Camacho Solís
08 de septiembre de 2008
Es un contrasentido: desde Los Pinos se alimenta la idea de que el cargo de Felipe Calderón está en riesgo. Son los periodistas más cercanos a Presidencia quienes han difundido la idea. Si no se trata de un acto de extrema torpeza, sólo caben dos explicaciones. La primera: existe una estrategia de comunicación donde se presenta a Calderón como una víctima, para así ganar el apoyo de los ciudadanos que se inclinan por proteger al débil. La segunda: dentro del más rancio autoritarismo, se busca desacreditar al adversario, para crear el clima que justifique después la represión.
Si de lo que se trata es de una estrategia de comunicación, es probable que ésta no funcione. No funcionó ese artificio en el debate entre Vicente Fox y Francisco Labastida, en 2000. Cuando éste se quiso hacer la víctima, más que conseguir apoyo por compasión, dio la impre sión de debilidad. Hoy, a Calderón le resultaría muy caro ganar unos puntos, si con ello debilita su imagen de poder.
Si de lo que se trata es de crear la necesidad comunicativa para dar entrada a una opinión presidencial amenazante; entonces estamos ante un problema serio. Querría decir que ya entró en operación la línea dura. Que frente a la caída en las encuestas, los cuestionamientos sobre la inseguridad y las expectativas negativas de la economía; más que un golpe de timón, domina la idea de dar un golpe de mano. Como no se atreven a tocar a los grandes intereses, ni a actuar contra los casos conocidos de corrupción e impunidad; entonces están considerando provocar a la oposición, para imponer un escarmiento.
De otra manera no es explicable que se llegue al extremo de presentar como intransigentes a quienes: abogan por el diálogo y la unidad de la izquierda; intentan convencer sobre la necesidad de construir acuerdos, privilegiar la política y defender al Estado; en la propia oposición, no se cansan en recomendar que se fortalezcan las vías políticas; apuestan a reconstruir el estado de derecho y a prestigiar a las instituciones. Si la moderación ya no cabe. Si hasta eso les es molesto, ¿entonces qué camino le dejan a quienes tienen razones de sobra para sentirse excluidos?
La opción de Calderón no está entre ejercer una presidencia débil o una fuerte. Su dilema es comportarse como jefe de un gobierno en la democracia o en el autoritarismo. Para terminar bien debiera ejercer la autoridad en forma responsable: sin miedo, sin ira, sin rencor.
El día en que Felipe Calderón protestó al cargo, entró al Congreso por la puerta de atrás. Ello fue posible, más por la responsabilidad de la oposición de preservar la paz, que por el dispositivo policiaco que lo introdujo al recinto. Su mayor logro sería entregar, en armonía, la banda presidencial en 2012. Estará más cerca de ello, si evita confrontaciones innecesarias y respeta a la oposición. Lo que él juró, no fue suprimir a la oposición. Fue cumplir y hacer cumplir la Constitución.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
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