lunes, 22 de diciembre de 2008

Atmósferas de fin de año

Carlos Monsiváis
Notas de la semana
21 de diciembre de 2008


Atmósferas de fin de año


Irse a la calle nunca es lo mismo que regresar a casa, así de simple,
en la calle nunca sientes el alivio de cerrar la puerta


El desempleo, el miedo alternativo

Al miedo provocado por la inseguridad urbana y rural (“ay, Dios mío, que por lo menos ya no se metan en mis pesadillas en paz y que allí no me asalten”), lo complementa, y con ímpetu desbordado, el miedo causado por la incertidumbre laboral, esa sensación que se generaliza al reaparecer el empleo como la especie ya sin funciones reproductivas y que al no crecer se acercan al riesgo de extinción. Es la hora del desempleo, del miedo alternativo con su cauda de frases y fatalidades; ya se sabe, donde trabajan 10 se quedarán dos, si me despiden qué va a hacer mi familia, si no me despiden cómo me voy a quitar el temor de ser el próximo…


Así es y así se advierte la situación: la nueva corriente migratoria es la de los que vagan en busca de empleo, obtener un empleo es cruzar la frontera prohibida, irse a la calle nunca es lo mismo que regresar a casa, así de simple, en la calle nunca sientes el alivio de cerrar la puerta, la calle es la doble certidumbre: todos te ven en tu desamparo y nadie quiere verte, “lo pusieron de patitas en la calle” es la expresión que describe el acto de humillación y la soledad del que, por lo pronto, no tendrá en dónde caerse muerto, a los desempleados no les conviene morirse.


Más certidumbres: el ambulantaje, a su modo, es un país con aduana, un país de ofrecimientos que se acepten para no perder el pulso del consumo, un país de población flotante y creciente.

* * *
¿Qué quiere que le confiese? Tengo 40 años y dónde se consigue empleo a esas alturas del ya no hacerla o de no hacerla nunca más. “Se lo dije al jefe ahora que me entregó la pinche liquidación y el muy jijo de la jijurria me contestó: ‘Quéjate con tu acta de nacimiento’, qué chistosito, pasar la raya fatídica de los 40 sin amarras fuertes es como envejecer sin abandonar la adolescencia (se dan casos).


Las plegarias no llegan a los oídos de los atrios: ojalá y el próximo sí sea el Presidente del Empleo, a lo mejor la Krisis va a ser pasajera pero cuando termine, si es que la Krisis concluye alguna vez, ya las hipotecas serán la nueva etnia, más antigua que los aztecas.


Rezos y esperanzas: Ay, san Judas Tadeo, dame empleo o quítale a mis hijos el apetito, ve lo que te queremos y ya no nos mandes las pruebas de fe sino las quincenas, fíjate tú, patrono de los imposibles, soñé que me despedían muy rudos y al despertar me acordé que llevaba años sin empleo fijo, quiero trabajar en lo que sea pero en donde esté lo que sea ya no hay cupo...


Los exorcismos fracasan o se diluyen: échale ganas, y qué con eso, el desempleado le echa ganas y eso no resuelve el calvario de los ires y venires (“ya cambien de símil con gusto, pero antes levanten la cruz de nuestras espadas”), y ella o él le echan ganas y vuelva el sábado, pero señor deme una ayudita, el sábado no existe, es el único día de la semana en el que un desempleado nunca encuentra, a lo mejor ya lo borraron de la semana, tantos años de volver el sábado y qué pasa, nadie está el sábado, en el mejor de los casos uno se topa con miradas de lástima o de enfado, y cómo distinguirlas, vuelva el sábado, eso era antes, ahora es “vuelve el sábado”, el tuteo es todavía más impersonal, te fregaste, mano, y no te apresures en echarle ganas, de cualquier modo ya no la hiciste, mira que te chotean, continuar diciéndote “vuelve el sábado”, qué ganas de reírse de ti.

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