domingo, 2 de noviembre de 2008

El espasmo de los chicago boys de Calderón




Autor: Marcos Chávez

1 Noviembre 2008
En estos momentos quedó claro que el principal enemigo de Felipe Calderón no es Andrés Manuel López Obrador ni sus seguidores; es él mismo, después su propio gabinete y de los empresarios que lo encumbraron. Su actuación ante el desastre del paciente americano, la crisis financiera mundial y sus secuelas para México no dejan lugar a equívocos. Ellos son responsables de su pérdida de credibilidad ante la sociedad. Desde que los panistas llegaron a Los Pinos, una pregunta flota constantemente en el ambiente: ¿quién gobierna realmente a la nación? Porque, según las evidencias, no han sido Vicente Fox ni Calderón. En particular, la economía navega a la deriva, peor que el buque del holandés errante; o, mejor dicho, se hunde en su propia recesión inflacionaria con desempleo.
El mito de la fortaleza económica y financiera fue desbaratado espectacularmente por la brutal orgía especulativa de quienes menos esperaban –es un decir– los calderonistas: 16 consorcios, entre ellos Telmex, Televisa, TV Azteca, Femsa, Comerci-Banorte y Cemex. Es decir, la oligarquía mexicana para quien Felipe Calderón ha gobernado. En sólo 72 horas, 8.9 mil millones de dólares de las reservas del banco central pasaron a sus bolsillos, gracias al “libre mercado”. Ante una arremetida similar, Luis Echeverría expropió algunas tierras y las repartió entre los campesinos, unas fueron del panista Manuel J. Clouthier. José López Portillo, en un agónico acto que restauró la dignidad del Estado, nacionalizó la banca, el símbolo de la oligarquía que había saqueado al país y hundido en una de sus peores crisis. ¿Calderón Hinojosa tomará una medida similar o seguirá siendo el hazmerreír del empresariado y la población?
Ante las evidencias de una crisis mundial que se agudizaba, Calderón y su gabinete elaboraron una estrategia económica para 2009, donde el mundo parecía disfrutar de una plácida tranquilidad. Una vez que la desaforada manada de especuladores colapsó los circuitos financieros mundiales, en especial los de Estados Unidos, los calderonistas se dijeron sorprendidos, como si hubiera caído un relámpago en pleno cielo sereno –recuérdese la fisonomía fantasmal de Calderón, Agustín Carstens y Guillermo Ortiz cuando presentaron a su nueva criatura–, y tuvieron que aceptar que su plan inicial era inviable. Quedó en calidad de nonato. La emergencia asociada a los “coletazos” de la crisis sobre nuestra “fuerte economía” –según las palabras de Agustín Carstens–, que tundieron al peso, los obligaron a replantear las directrices básicas. En su lugar parieron otro atildado engendro, llamado aparatosamente “programa para impulsar el crecimiento y el empleo”, cuyo improvisado disfraz, por el lado que se le vea, nada tiene que ver con lo que podría denominarse plan anticrisis. Cinco son los principales rasgos del programa.
1) Carece de medidas inmediatas para contrarrestar el desplome ya registrado por la economía mexicana, por lo que éste se profundizará en lo que resta de 2008. El gasto adicional en infraestructura por 53.1 mil millones de pesos (MMDP) –publicitado engañosamente con pompa y circunstancia por Calderón y sus chicago boys– empezará a ejercerse en 2009. Mientras tanto, persistirá el subejercicio en el gasto público actual, por encima de la Ley de Egresos aprobada por el Congreso para 2008, estimado en al menos 30 MMDP, parte de los cuales serán utilizados en el futuro programa. Si ese dinero se hubiera empleado oportunamente, como estaba presupuestado, eventualmente las tendencias recesivas de la economía serían menos acentuadas. Por desgracia, la persistente restricción fiscal y monetaria, que afecta la demanda interna (el consumo y la inversión productiva), sumada a la recesión de Estados Unidos, que inhibe las exportaciones, tenderá a profundizarlas. La economía caerá sin paracaídas. En los Criterios de Política Económica (CPE) de 2007, se había previsto que este año se crecería 3.6 por ciento. En los de 2008 se redujo la meta a 3.5 por ciento. En los de 2009 a apenas 2.4 por ciento, aunque el Fondo Monetario Internacional (FMI) la estima en 2.1 por ciento (World economic and financial surveys, octubre de 2008).


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