jueves, 14 de mayo de 2009

DERECHO DE RÉPLICA - por el Monero Hernandez

jueves 14 de mayo de 2009


Les confieso algo: yo estuve con Carlos Ahumada en esta mesa:



Pero para mi mala suerte, nunca no me dio ni un centavo. Ni en bolsas del súper, ni mucho menos en ligas ni en maletas.

En 2003, varios meses antes de los "videoescándalos", Raymundo Riva Palacio me buscó para invitarme a colaborar en un nuevo periódico que próximamente saldría al mercado: El Independiente. Riva Palacio y Javier Solórzano serían los directores y me invitaban a ser el cartonista editorial. El proyecto nunca me interesó, pero me daba mucha curiosidad. Argumenté que el trabajo que hacía en ese entonces en Milenio, con Helguera, me obligaba a consultar con este último una eventual salida de ese diario. Raymundo aprovechó esto para extender la invitación a El Independiente a Helguera, e incluso a El Fisgón.

Días después, para tratar de convencernos, nos concertó una cita con el empresario dueño del periódico en ciernes, un tal Carlos Ahumada. El rumor de que Ahumada tenía un romance con Rosario Robles ya era conocido. Así que el morbo nos llevó de la mano a las oficinas de Ahumada en Av. Revolución. La decepción fue enorme. Ahumada resultó ser un tipo totalmente pedestre que, a duras penas, lograba hilar una idea coherente. Ya no digamos articular una frase completa. Sus mayores –y en ese momento supuse que únicos– conocimientos eran sobre futbol, así que, para intentar convencernos de colaborar en su periódico, utilizaba puras metáforas futboleras. Como yo sé muy poco de futbol, no le entendí absolutamente nada. Antes de irnos, nos pasó a un privado donde Solórzano y un par de personas más revisaban los números cero de El Indepenidente sobre la mesita redonda que, meses después, se volvería famosa en el triste programa de Brozo.

Al salir, lo único que pudimos pensar fue: "¿Qué le vio Rosario Robles a este pelmazo?".

En un cuarto, y último intento de convencernos de colaborar con ellos, Riva Palacio nos llevó a conocer las instalaciones del diario. Una vez que entramos a la oficina de Ahumada, sin que éste estuviera presente, le dije a Raymundo: "Si querías convencernos, la peor estrategia era llevarnos con Ahumada". "No sabe ni hablar", le dijo Helguera. Riva Palacio, con una media sonrisa, nos dijo. "Bueno… un intelectual no es…". "No", dije yo, "un intelectual, no; es un pendejo". No había acabado de decir eso, cuando Ahumada entró a la oficina. Si me escuchó o no, nunca lo supe.

El resto es historia.

Así que si Ahumada tiene algún video nuestro, en él aparecemos diciendo que es un pendejo.

(¡Demonios! Ahora entiendo por qué nunca me dio ninguna maleta llena de dinero).

La razón por la que un tipo con tan poco seso haya podido engatusar a casi toda la clase política en México, es porque ésta carece de cualquier escrúpulo, tiene una ambición desmedida y entiende muy bien las metáforas futboleras.

No cabe duda, con dinero baila el perro.


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