Las medidas anunciadas por el mandatario de Estados Unidos representan el más reciente e importante de una serie de cambios en las posturas y las acciones de Washington hacia La Habana. Estos cambios ocurren, a su vez, con el telón de fondo de un viraje en la política exterior de la mayor potencia del planeta, a poco menos de tres meses de que Barack Obama asumió el cargo. De tal forma, los anuncios hechos ayer por el político afroestadunidense evidencian una desviación en la postura tradicional de la Casa Blanca hacia la isla y, por ese solo hecho, deben ser saludados y valorados en su justa dimensión: se trata de avances reales y significativos, que parecieran enfilar hacia un acercamiento entre ambas naciones.
Sin duda, las posibilidades de tal aproximación diplomática se encuentran obstaculizadas, en el momento presente, por la persistencia del bloqueo comercial que Washington mantiene contra Cuba desde hace 47 años. No obstante la desaprobación casi unánime de la comunidad internacional, hasta ahora el gobierno de Obama no parece dispuesto a poner fin a ese embargo que, además de ser inefectivo en tanto que instrumento de presión política para el gobierno castrista, resulta profundamente injusto, inhumano y hasta contraproducente para Estados Unidos.
Al día de hoy, la persistencia de ese bloqueo no sólo desoye un reclamo legítimo del gobierno y el pueblo cubanos, sino que es además inconsistente con las medidas recién anunciadas por el actual ocupante de la Casa Blanca. En particular, no puede entenderse que se pretenda insertar a Cuba en el panorama global de las telecomunicaciones y que no se contemple, por ejemplo, que esa nación pueda adquirir créditos, víveres, equipos médicos y otros bienes necesarios para su población. Tampoco puede entenderse que se permita a las compañías estadunidenses de telefonía e Internet acceder al mercado cubano y que esa misma posibilidad se cancele para las empresas de otros ramos de la economía. Ante las consideraciones mencionadas, lo obligado sería que el gobierno de Obama avanzara, de conformidad con los cambios emprendidos, hacia la finalización de una medida unilateral que ha causado un terrible y prolongado sufrimiento al pueblo cubano.
Por lo demás, las medidas anunciadas ayer por el político afroestadunidense plantean sin duda un reto para las autoridades cubanas que, acostumbradas a lidiar con la hostilidad de Washington, tendrán ahora que mostrar capacidad de respuesta ante el cambio en el discurso y las acciones de la Casa Blanca, y ante las implicaciones que ello pudiera tener en los ámbitos político y económico en la isla.
En suma, cabe esperar que las determinaciones tomadas ayer por Obama sean el inicio de cambios más profundos que terminen por sentar las bases de una nueva relación con Cuba.
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