Ricardo Andrade Jardí
Mientras la telecracia hace toda su parafernalia para criticar a los legisladores que tomaron la tribuna de la Cámara de Diputados y se suma a las condenas que ellos mismos promueven en un intento más por detener o reventar al Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo. Los otros legisladores, los que han aprobado las reformas de la ley que abrirá las puertas del saqueo trasnacional de nuestros recursos, nos vamos enterando de que además intentaron, por aquello de la moral y la vocación democrática, introducir fragmentos, párrafos e incisos, en el dictamen de ley que abrieran la privatización, que tanto demandan los intereses capitalistas, que antes fueron rechazados en el Senado, introducirlos por la puerta de atrás, a escondidas, inmoralmente intentaron incluso, hacer que el dictamen que se votó el martes fuera distinto al que por lo menos los senadores se tomaron la molestia, de hacer como que discutieron. Mientras que los diputados, que no fueron capaces de debatirlo y ni siquiera de leerlo, fuera otro el que se votaba en realidad.
Los mecanismos de la abominable doble moral nuevamente quedan expuestos: la condena contra la protesta abierta, pública, no escondida, asumiendo el costo de los propios actos y el silencio cómplice para esconder la inmoralidad, la cerrazón, la intolerancia, pero sobre todo para ocultar que entre quienes condenan al movimiento civil, a la protesta social, a la denuncia pública, se ocultan los imaginarios de la represión, de la intolerancia, de la nula vocación democrática, las subjetividades opresivas y corruptas, las que hablan de legalidad e institucionalidad, mientras corrompen para su beneficio la ley, mientras ignoran el mandato y hacen de su amoralidad la regla del sistema.
Esos mismos legisladores que se mostraban tan ofendidos por la toma de la tribuna por parte de los menos cretinos, en el estercolero legislativo, son los que a espaldas del pueblo intentaron, inmorales, como lo es que se votara una reforma petrolera, que se votara una aún más cretina, una que no sólo deja abierto a la interpretación ambigua los contratos de bloque, sino que rematara, de plano, la explotación y extracción de los hidrocarburos para beneficio de las barrigas usureras.
Muchos son los debates que requiere nuestro maltrecho país. Pero sin duda uno de los más urgentes es el de la manipulación mediática y lo nociva que resulta. Hay que debatir sobre la responsabilidad de los concesionarios como el medio idóneo para a la reproducción de subjetividades corruptas, muchas impulsadas desde su basura programática, y la IMPUNIDAD, cobijada por sus complicidades silenciosas, por su información sesgada y manipulada desde el uso inmoral de un bien público.
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