Manuel Camacho Solís De sobreexposición a relegitimación 23 de febrero de 2009 |
El gobierno quiso hacer política con la guerra. Se equivocó al sobreexponer al Ejército y al propio jefe del Ejecutivo. Ahora, necesita cambiar la estrategia: sin descuidar los flancos abiertos, debería revisar sus objetivos, mejorar su coordinación operativa y reconstruir el pilar de la autoridad política. Un conflicto irregular, interno, prolongado y que recurre a una táctica semejante a la de guerra de guerrillas, no se puede ganar en el terreno puramente militar.
La falta de experiencia en asuntos de seguridad, el engolosinamiento con los altos niveles de aprobación y la tensión y el vacío de legitimidad que dejó la contienda de 2006, llevaron a Felipe Calderón a un diagnóstico inadecuado sobre la gravedad del problema, a declaraciones retadoras que no hicieron sino incentivar la reacción de las organizaciones criminales, a fijar objetivos imposibles de cumplir y a descuidar la conducción de la tarea pues a la fecha —en un momento de verdadera crisis de seguridad— aún no están resueltos problemas cruciales como el de la coordinación entre las agencias federales y con la mayor parte de los gobernadores.
Más que los enunciados grandilocuentes sobre el exterminio de los enemigos que no toman en cuenta la naturaleza de la actividad, lo que urge es precisar objetivos asequibles que refuercen la confianza de los ciudadanos y prestigien a la autoridad. ¿Cuáles? Reducir la violencia; reforzar la inteligencia para obtener mejores resultados con un menor uso de la fuerza; fortalecer el compromiso de la sociedad en la prevención; avanzar en el tema de la policía y los tribunales; cuidar la cercanía de las autoridades con la sociedad y atender mejor sus reclamos; actuar en contra de quienes en los altos niveles de las finanzas y la política se asocian con esos negocios ilícitos; aclarar los respaldos legales a la actuación del Ejército y sus límites constitucionales.
En un asunto tan delicado no se debe de abusar de la publicidad. Pretender legitimar al gobierno por esa vía y ganar puntos en las encuestas, a lo único que lleva es a abrirles oportunidades a las organizaciones criminales de demostrar su fuerza, ofrecer justificaciones para no corresponsabilizarse y debilitar el indispensable apoyo político de las fuerzas de oposición.
Más que ser un problema de guerra regular, el actual es un problema de correlación de fuerzas. Las armas es uno de los vectores de una correlación, pero no el único; ni siquiera el principal. La legitimidad es crucial. Cuando está dañada, como ahora, sin que exista una elección presidencial cercana; no existe otro camino que reconstruirla en el ejercicio del poder (poderes, gobernadores, partidos), con actos justos, firmes respecto a los intereses y apegados a la Constitución. Esa será la mejor manera de proteger al Ejército y evitar el desbordamiento de las instituciones. La reconstrucción del pilar de la autoridad política es hoy el único refugio seguro frente a una tormenta que se sigue acumulando.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
No hay comentarios:
Publicar un comentario