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Imagine que su hija de 16 años le dice que no estudiará más, que ha elegido una carrera perfectamente legalizada: va a ser trabajadora sexual. En cuanto cumpla 18 años y la ley se lo permita va a vender servicios sexuales. Si usted le reclama que eso no es una vida digna, ella le responderá que es usted un, o una, mojigata moralina, que se está dejando llevar por retrógradas tabúes religiosos (aunque usted sea agnóstico). Si usted argumenta que hay mejores trabajos que el de arriesgarse en el mundo de la prostitución, ella le dirá que en este mundo capitalista todo se vende y se compra. Por eso en lugar de dejarse explotar por una empresa para recibir cinco mil pesos mensuales, puede vender sexo y ganar veinte mil pesos mensuales por tener sexo con 40 hombres diferentes. Eso la anima porque podrá comprarse ropa de marca, un auto de lujo, ponerse implantes mamarios, viajar y tener libertad total.
Usted le dirá que es peligroso, que miles de clientes de la prostitución ejercen violencia, que más de 60% no usan condón y podría contagiarse de papiloma o VIH-sida. Ella dirá que la ley exige el uso condón, usted explicará que el 87% de las prostitutas profesionales han sido violadas por sus clientes y un 20% fueron maltratadas hasta terminar hospitalizadas con huesos rotos al menos una vez. Ella le dirá que un amigo suyo le ofreció protegerla, usted le dirá que la ley en México prohíbe el lenocinio, que una mujer en el comercio sexual que tiene un protector es considerada víctima de trata de personas para fines de explotación sexual comercial, y su novio o protector sería considerado delincuente. Su hija responderá que eso a ella no le sucederá porque su mánager conoce policías que le venderán protección.
Esto podría suceder en el Distrito Federal y en Puebla donde ya se presentaron iniciativas para legalizar / regular la prostitución. Las dos propuestas legislativas tienen debilidades conceptuales y urgen al debate amplio e informado.
Es cierto que quienes están en el negocio de la prostitución tienen derechos, que son víctimas de terrible discriminación, pero el debate no es fácil. Lo que la industria del sexo promueve no es la libertad sexual de las personas, sino su cosificación como objetos sexuales. La legalización de la prostitución en Holanda, Alemania y Australia muestra que la prostitución infantil aumentó. La Asociación ChildRight estima que había 4 mil niñas y niños explotados antes de la legalización, el número pasó a 15 mil después. La legalización no erradicó la discriminación hacia las prostitutas, pero benefició a los empresarios explotadores. Dicen que la prostitución legal baja los índices de violación, ¿qué significa ese indicador?
La legalización aumenta la demanda de mujeres cada vez más jóvenes, fomenta una cultura de compra de personas. Se entiende que quienes buscan regularla, en general, desean proteger la salud y vida de las prostitutas en activo, eso es importante, pero no podemos ignorar las complejidades e implicaciones de que el Estado avale la prostitución. Lo que sí debe hacer es definirse, ya son siglos de doble moral en que el Estado protege a quienes compran sexo libremente , abre zonas rojas pero encarcela a quienes lo venden. Las implicaciones culturales son mayúsculas y afectan a hombres y mujeres por igual. Urge un debate respetuoso e informado.
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