José Agustín Ortiz Pinchett
Calderón envió al Senado un ambicioso proyecto de reforma política. Fue recibido con indiferencia. Muchos académicos la saludaron como
iniciativa loable. En el fondo, como dicen en España, es un camelo: un engaño para desviar a la opinión pública.
Calderón sabe que su posición es difícil. Puede empeorar. El país pudiera convulsionarse. Frente a estos hechos intenta una reforma del Estado que no tiene más explicación que ocultar su manejo cada vez más errático y desafortunado.
El proyecto no puede pasar: la partidocracia se opondría, porque el PRI no quiere. El PAN está en minoría con la opinión pública cada vez más adversa. Por supuesto que es necesaria una reforma política. Una que garantice condiciones equitativas y sufragio efectivo para 2012. La que requiere el consenso de los actores políticos, perseverante y discreto trabajo de negociación, una preparación de la conciencia pública.
Estas condiciones se dieron para las reformas de 1994 y 1996. Ambas respuestas a crisis graves. Las reformas significativas requieren un momento plástico que las haga viables. La última oportunidad la perdió cuando Fox, en 2001. Prefirió mantener al sistema priísta.
Todos sabemos que para que se mantenga la paz, se necesitan hacer ciertas reformas sustanciales: 1. Las leyes actuales no son capaces de impedir que el Poder Ejecutivo, los poderes fácticos, incluidos la plutocracia y el narco alteren la lucha electoral. 2. Controlar a los medios masivos, en particular a la televisión, que se ha convertido en factótum. 3. Impedir que los gobernadores se conviertan en operadores
de las elecciones y que con dineros públicos compren y presionen al electorado. 4. Reorganizar a los órganos electorales como el IFE, el Trife, la fiscalía electoral para que estén integrados por ciudadanos confiables y no (semiocultos) representantes de los partidos. 5. Dotar a las leyes de sanciones poderosas. Hoy son tigres sin dientes. Si no hay elecciones limpias y justas en 2012, propiciaremos una ruptura violenta.
Calderón pudo adelantarse y promover esta reforma urgente. Pero no tiene valentía ni talento para anticiparse a los acontecimientos. Está dejando que la crisis económica se agrave con una crisis política. Es probable que una verdadera reforma se imponga cuando la situación se vuelva tan crítica que no quede otro remedio.
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