Manuel Camacho Solís
Estados Unidos: elevar la mira 16 de marzo de 2009 |
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Ante ello, caben dos posibles respuestas. La primera, enojarse y sacar a relucir el lenguaje nacionalista (cuando se les ha concedido todo), para después rectificar y concederles más (la participación de sus tropas en nuestro territorio). La segunda, aprovechar la presión que hay desde el exterior para retomar la iniciativa interna y externa con una política de seguridad que incorpore sólidamente los componentes institucionales de un Estado democrático.
Frente a la grave crisis de seguridad que vive nuestro país, especialmente en la frontera norte, era previsible que hubiera una reacción política ascendente desde Washington. Mientras tanto, el gobierno mexicano ha concentrado toda su estrategia en el combate militar y policiaco al narcotráfico, el diseño de mensajes destinados a apuntalar la aprobación presidencial y ha aceptado la cooperación bilateral en los términos que fijaron ellos.
La posición estadounidense responde a una preocupación genuina y proviene de todas las áreas de su administración. Está en las referencias al “Estado fallido”, filtraciones, programas de televisión, portadas de las revistas más influyentes que señalan que hay un problema grave en México y que, de extenderse éste, los pondría en riesgo. No es una campaña en contra de México, es una estrategia de sus servicios de inteligencia para forzar al gobierno mexicano a tomar decisiones que no ha tomado.
El gobierno de Washington no va a ceder y el gobierno mexicano va a quedar en una posición de extrema vulnerabilidad. Mientras lo militar domine, se acelerará el debilitamiento de la soberanía. Es hora de revisar la estrategia interna y regresar la relación bilateral al espacio de la política. La visita de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, abre una oportunidad: más que levantar el tono, conviene elevar la mira.
Urge la creación de un acuerdo interno verdadero, de un programa con mayores contenidos institucionales y sociales y de un discurso congruente. La contención policiaca y militar son indispensables, pero también insuficientes.
Mientras más tiempo transcurra, mayor relevancia tendrán los acuerdos políticos serios que sustenten la política, los actos contundentes contra la corrupción en las altas esferas, la participación de la sociedad en la prevención, la rehabilitación, las investigaciones financieras y la extinción de dominio, así como la independencia judicial y la atención masiva e imaginativa a los jóvenes. Esos sí son baluartes de soberanía.
El gobierno mexicano tiene dos caminos: o responde como un gobierno autoritario con lo cual expondrá la soberanía, quedará crecientemente confrontado internamente y desprestigiado en el exterior; o reconoce que tiene que revisar su estrategia interna y generar apoyos mucho más amplios a un programa que no puede ser exclusivamente militar, o peor aún, electorero. Se necesita un replanteamiento de fondo que rehaga la política de seguridad y el conjunto de las relaciones políticas.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista
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