Debo confesar que llegué a considerar la mejor opción era la anulación del voto como un método de resistencia contra la partidocracia que nos impone candidatos sin más ideología que la de obtener un coto de poder, pero la Resistencia (así, escrita con mayúsculas por la importancia que tiene) me ha regalado la duda, la posibilidad de otro camino.
Estamos en una coyuntura terrible, Felipe Calderón está desesperado por pasar reformas que atentan contra los derechos básicos de nosotros los ciudadanos; desde el tema del IVA a alimentos y medicinas hasta la promoción abierta y legalizada de un Estado de excepción. Este es un “presidente” que no elegimos y sin embargo tiene a todo el aparato del Estado sumiso y complaciente. La Suprema Corte de Justicia decreta lo que le conviene, los militares hacen labor de policía única para él, el poder legislativo pasa las reformas que emanan de su viciada pluma –recordar que durante la contingencia sanitaria obligó a los legisladores del PAN a aprobar la ley de la Policía Federal sin leerla, así como modificaciones a la ley de adquisiciones y obras públicas, negociando con el PRI y aprovechando que el PRD andaba de vacaciones -. Así mismo, tiene amenazados a los gobernadores y a los ciudadanos por la fuerza de la policía en una guerra sin cuartel ni enemigo claro. La pregunta a continuación es ¿Tiene usted ganas de permitirle aprobar todas las leyes represivas que todavía tiene en el tintero, otorgándole la mayoría en el Congreso? ¿Quiere usted dejarle el campo libre de oposición para que nuevamente haga firmar a los legisladores sin leer las reformas?
Citaré a continuación a una mujer valiente y respetable, Lydia Cacho. “Aunque no exista la figura jurídica del voto en blanco, aunque los partidos digan que salieron nulos, ellos sabrán muy bien que el mensaje es: no soy tu cómplice, no me engañas, no me usas, tus candidatos no me representan. El abstencionismo es abulia, el voto en blanco es una acción ciudadana, un acto de libertad, una rebelión pacífica, un acto de congruencia, un acto de civismo.” (El universal 1/06/09. Plan B, columna de opinión de Lydia Cacho). Y en muchos casos tiene razón, la mayoría de los candidatos no representan a la ciudadanía, sino que responden a intereses de grupo y sirven como operadores de la dirigencia de cualquier partido político, pero no estoy lista para darme por vencida. No estoy lista para permitirle a Calderón recortar aún más mis libertades ni endeudar a mis descendientes, si es que los llego a tener. Tampoco estoy lista para que la ilegitimidad de las instituciones, y por lo tanto la imposibilidad de exigirles que cumplan con el trabajo de protegernos nos lleve a considerar la vía armada como la única vía posible para lograr un cambio en nuestro país. Mucho menos estoy lista para declarar nula la democracia para mi pueblo.
Y sobre todo, no estoy dispuesta a decirles a los candidatos ciudadanos que están dando la lucha, no solo contra la derecha, sino contra la propia indefinición de los partidos que les dieron la candidatura, y contra la desesperanza de los votantes, que no tienen mi apoyo y sus ideales nunca van a tener foro. Ellos, que son los menos, sí me representan y no los dejaré solos.
Es cierto que las instituciones, sobre todo los partidos políticos, están en una quiebra moral y en una bancarrota de legitimidad. En la Resistencia tenemos un proyecto de nación que tiene la intención de reformar toda la concepción de poder en nuestro país, pero lamentablemente, además de la mira en el futuro, debemos contener los ataques presentes, pues no podemos esperar a que el país esté en ruinas para reconstruirlo. Preferimos luchar por ambos frentes; haciendo posible la revolución de conciencias que desembocará en una mejora en el proyecto de nación que sostenemos, y evitando que el sistema corrupto nos cancele la posibilidad de hacerlo.
Así que vamos a dar la lucha por todos los caminos que tengamos a nuestro alcance; desde el Congreso hasta la creación de economía alternativa, pasando por el trabajo comunitario, la manifestación de nuestras ideas a través de medios alternativos de comunicación y círculos de estudio, la organización en nuestras respectivas colonias, la exigencia de los derechos a través de la protesta en las calles y la observación crítica de las acciones que han de emprender los dirigentes que nos representan.
Por todo esto, agradezco a la Resistencia Civil Pacífica por mantener siempre la esperanza de un mejor país y mantenernos realistas, buscando lo imposible.
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