Desfiladero
Jaime Avilés
¿Cómo explicar, de otro modo, que la Casa Blanca exprese su admiración por figuras políticas irrelevantes e ineficientes en grado superlativo como Felipe Calderón, Enrique Peña o Josefina Vázquez? La posibilidad real de que esa casta de muñecos manejables a control remoto sea remplazada por el liderazgo, el equipo, el proyecto y el movimiento de masas de Andrés Manuel López Obrador preocupa de verdad a Hillary Clinton y a su elegante mayordomo.
En el cronograma de los preparativos para la confrontación con China, un sexenio bajo la batuta de López Obrador puede significar una pérdida de tiempo muy grave para Estados Unidos; significaría aplazar seis años no sólo la fase final de la destrucción de México como nación soberana, sino también la instalación de bases susceptibles de contener, a lo largo de nuestras costas, armas disuasivas para los chinos, eventualidad que no debemos descartar ni mucho menos.
Pero en su descenso incontenible hacia Guanajuato, la cámara de El Canario Temerario enfoca al fin el sitio donde se celebrará la misa de papa presente y empieza a identificar rostros conocidos, cuyos nombres, sin embargo, no recuerda. Por allí pululan personajes que eran muy jóvenes el 26 de agosto de 1978, cuando en Roma el obispo Albino Luciani se convirtió en Juan Pablo I, al ser elegido como papa número 263 y adoptar los nombres de sus antecesores, Juan XXIII y Paulo VI.
Empeñado en terminar con las operaciones clandestinas que la banca vaticana hacía para lavar fondos de la mafia, Luciani ordenó una inmediata investigación y en su primera alocución pública dijo que la explotación del hombre por el hombre es un pecado que clama venganza a los ojos de Dios. Como la mafia y el FMI no estaban listos para tolerar un papa de izquierda, el 28 de septiembre de 1978, un mes después de sentarse en el trono de San Pedro, Juan Pablo I amaneció muerto.
Lo sucedió el joven y carismático obispo de Cracovia, Karol Wojtyla, anticomunista furibundo que bajo el nombre de Juan Pablo II contribuyó a la disolución del bloque soviético y dio un formidable impulso al neoliberalismo, pero no impidió que la Iglesia perdiera millones de fieles debido a la impunidad que les brindó a legiones de curas pederastas, entre los cuales descolló y gozó de especiales privilegios quien luego fue reclasificado como un verdadero monstruo: el michoacano Marcial Maciel.
A Juan Pablo II lo sucedió su alma gemela, Joseph Aloisius Ratzinger, ex soldado del ejército nazi, al que sirvió en Hungría en 1944, quien al ser coronado en 2006 heredó los estragos de esta doble crisis: una masiva disminución de católicos y una drástica reducción de limosnas. En pos de recursos financieros frescos, que pactará en Guanajuato, y dispuesto a dar a cambio de ellos apoyo político a la oligarquía mexicana, que carece de candidatos para conservar el poder, Benedicto XVI se dispone a oficiar la misa y la cámara de El Canario Temerario enfoca la silla donde… ¡no está sentado López Obrador! ¡Qué barbaridad! ¿Cómo es posible? ¡Esa imagen la repetirán las televisoras hasta el 30 de junio a media noche! ¡AMLO desairó al papa! ¡AMLO desairó al papa! Pero, momento, momento, ¿qué pasa? ¡Esa es la silla de Quadri! Andrés Manuel ya llegó, ya está ahí, sigue en la carrera por la Presidencia.
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