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Es importante destacar que, ante la insistencia de la propaganda gubernamental en el sentido de que la estrategia de seguridad en curso es la única posible, y que es consecuencia, y no causa, de la violencia criminal que padece México, los participantes ciudadanos en el encuentro presentaron ideas precisas, específicas y viables para diseñar una política gubernamental eficaz, apegada a derecho y, sobre todo, menos mortífera que la que está en curso: desmilitarización de las tareas policiales; combate frontal a la corrupción en las instituciones de procuración de justicia y en las corporaciones de la fuerza pública; persecución de los sectores empresariales vinculados al narcotráfico; despenalización de ciertas drogas, y acciones efectivas en materia de educación, salud y empleo. Asimismo, pusieron de manifiesto que las medidas oficiales, lejos de erradicar o reducir la violencia, la han retroalimentado.
En contraste con esos aspectos positivos del encuentro, la reacción de Calderón Hinojosa consistió en atrincherarse en sus posiciones, justificar lo errático y fallido de su guerra contra la delincuencia, ensayar una apropiación del dolor, de las preocupaciones y de las motivaciones de los familiares de las víctimas, y distribuir las responsabilidades por las decenas de miles de muertes entre diversas instancias locales y judiciales. A pesar de los intentos por presentar a un gobernante tolerante, sensible, generoso para con sus críticos y dispuesto a hacer concesiones, lo cierto es que la conclusión calderonista del encuentro puede resumirse así: en lo fundamental, el presidente Calderón no se apartará de su ruta, por muy cuestionada que ésta sea.
Como resultado de esta actitud, los frutos del diálogo entre el movimiento civil y el gobierno están aún por verse. Por lo pronto, hay compromisos para atender casos individuales; un fideicomiso para sufragar un monumento a las víctimas y placas con sus nombres, y una comisión de seguimiento que se reunirá dentro de tres meses. Pero las palabras expresadas ayer por algunos de los agraviados de la violencia llegaron a incontables oídos en el país, y ese solo hecho puede constituir un vuelco positivo en la conciencia cívica y en la percepción colectiva de la guerra impuesta al país, primer paso para avanzar en su solución y en medidas de paz que, según puede verse, habrán de correr a cargo de la sociedad, porque el gobierno sigue convencido de estar en lo correcto.
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